Empieza la corrida. Tras la suerte de capote, el momento de la verdad ha llegado. En el tercio de varas, la bravura o falta de la misma sale a relucir en el toro. ¿Será manso? ¿Será bravo? ¿Será fijo? ¿O quizá distraído? Eso, querido amigo taurino, solo lo podrás descubrir en el ruedo.
En cambio, desde Toros las Ventas, vamos a profundizar un poco más en este momento tan decisivo para la lidia que es el tercio de varas. ¿Nos acompañas?
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Como hemos señalado brevemente, el tercio de varas viene después de la suerte de capote. A este mismo, también se le puede denominar suerte de varas.
¿Por qué tercio de varas? Pues principalmente porque en esta parte de la faena se utiliza, con gran importancia, la vara de detener. Este no es otro que el instrumento principal del picador. Como ya sabes o podrás imaginar, es este último y su caballo van a tener aquí una gran importancia.
Los objetivos del picador en el tercio de varas son, por tanto, determinar la bravura, el comportamiento y temperamento del toro. Para ello usa la vara de detener con la que pica al toro asestándole puyazos.
Con ellos el objetivo es ahormar al toro, prepararlo para la lidia. Estos puyazos deben ir bien colocados y ser breves. Aquí la precisión juega un papel fundamental. De no ser así, en múltiples ocasiones se ha generado bastante controversia.
En el tercio de varas es importante que el toro se coloque en suerte. Para ello, generalmente interviene el diestro, que ayudado del capote sitúa adecuadamente al animal de manera similar a cuando va a ser estoqueado.
El siguiente paso consiste, para el picador, en fijarse en si el toro se centra en el caballo con ánimo de atacar. Si es así, el picador se prepara para recibir la embestida del toro. En caso contrario, el picador puede salir a buscar al toro.
En el tercio de varas es, en definitiva, cuando vemos al picador torear o, como se conocía a estas acciones antiguamente, “provocar la vara”. El buen picador debe jugar entre la querencia y la contraquerencia, es decir, entre la mansedumbre y la bravura.
Ofreciendo el pecho del caballo, el picador se prepara para recibir el embiste del toro como hemos dicho, pero no debe dejar que llegue a tocar el peto. Ha de frenar al toro con la vara antes de eso.
Estas acciones suelen arrojar luz sobre el comportamiento del toro, siendo realmente valiosas para vaticinar cómo actuará frente al diestro a continuación. ¡Sin duda puede ser un momento realmente emocionante!
Lo cierto es que con el paso del tiempo, aunque el tercio de varas se mantiene dentro de las corridas, la realidad es que la figura del picador ha perdido cierta importancia.
Siglos atrás, había otros métodos para picar. Estos son algunos de los más destacados.
Sin duda uno de los métodos más complicados y arriesgados para picar. Gozó de gran popularidad allá por el siglo XVIII, pero dejó de usarse por completo en torno a 1917.
El picador subido al caballo se disponía de forma diagonal frente al toro. Cuando el animal embestía, lo frenaba de un puyazo.
En este momento, cuando el bovino estaba a punto de rozar las patas delanteras del caballo, el picador levantaba a su corcel. De esta manera, facilitaba un giro a dos patas para salir del alcance del astado mientras los toreros le protegían con sus capotes.
Por si fuera poco, esta hazaña se realizaba generalmente ante toros de inconmensurable bravura.
Esta era una acometida del picador en toda regla. Era tan arriesgada que debía llevar un capote para usar como defensa si fuese requerido.
Consistía en sostener la vara de detener con las dos manos, capote en el brazo izquierdo y acto seguido establecer el puyazo en el morrillo. El capote se empleaba en caso de errar para desviar al astado.
Se dejó de utilizar en el siglo XIX, a pesar de que no se solía ejecutar al enfrentar a toros muy bravos debido al riesgo que suponía.
Se podría decir que esta técnica era la Verónica de los picadores. De hecho, así se la nombraba en múltiples ocasiones.
Picador contra toro. Al momento de haber humillado el segundo, el picador seguía con la suerte hacia su propio terreno, del mismo modo que hacía el astado. Al finalizar, ambos habrían cambiado sus terrenos, quedando situados al contrario que al inicio.
Si salía mal, la exposición del picador era tremenda. Por esto mismo terminó en desuso.
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